martes, 5 de octubre de 2021

Bosquejo de un prefacio por Lesbia Quintero, editora



                           Pero el silencio es corto. Por eso escribo.
                           Estoy sola y escribo. 
                           No, no estoy sola.. Hay alguien aquí que     
                             tiembla.. 
                             Alejandra Pizarnik 



El lenguaje poético es sinónimo de libertad absoluta y no está condicionado por nada y nos conecta con lo sagrado que habita en cada una de nosotras. Al ser una instancia libre se mueve a través del tiempo y la palabra pervive más allá de la vida y de la muerte. Escribo estas frases pensando en Miriam Mireles, una hacedora que se unió a este coro con uno de sus poemas vírgenes, pero no pudo ver finalizada nuestra antología. Su desaparición física nos ha producido un hondo pesar; aunque su voz estará siempre viva en cada lectura, ya no será posible el encuentro, el abrazo, el café en Kalathos.


Nos ha tocado vivir tiempos adversos estos dos últimos años. Cada visita a las redes sociales se hace con el temor de hallar una mala noticia que, en efecto, casi siempre encontramos y vemos desconsoladas e impotentes cómo la vida de un ser querido, o la de alguien a quien apreciamos profundamente se escurre hacia la nada. Sobrevivir se ha convertido en un reto, en una lotería en la que, como en aquella alucinante de Shirley Jackson, también podemos morir lapidadas por las eficaces pedradas de la Covid-19 y alguna complicación respiratoria.


No obstante, un grupo de mujeres conocedoras del poder de la palabra y la imagen visual, nos hemos reunido en esta casa de tinta y papel para dejar constancia de nuestras voces. En estas páginas comenzamos a tejer una memoria que da cuenta de la conciencia del lenguaje y de su poder desbordante para hendir el silencio más allá de la muerte. 

Sabemos que la dupla lectura-escritura es una manifestación simbólica del eros como pulsión vital, cada vez que escribimos y leemos somos partícipes de un ritual profundo que nos conecta con la creación, con energías vitales, con la vida.


Siguiendo el trazo de ese hilo conductor pensamos en las razones para armar una antología solo de mujeres. Hay muchos motivos, pero el más importante es que no existe ninguna compilación de este tipo en Venezuela. No buscamos sólo promocionar las voces autorizadas y divulgar las desconocidas, sino también crear un registro de la literatura venezolana escrita por manos femeninas. Asimismo, intentamos establecer un diálogo con otras creaciones de mujeres que, si bien pertenecen a diversas disciplinas, están íntimamente ligadas al quehacer literario y editorial y, de alguna forma son voceras de metáforas y figura poéticas, de lenguaje hecho imagen, de expresiones literarias.


La enfermedad, el temor, las presiones sociales, son formas de violencia que pueden aniquilar la imaginación. La forma de enfrentar esas expresiones brutales a las que estamos expuestas cada día, es trabajando con la potencia inagotable de la palabra. En Hacedoras refulge el poema de insondable belleza, la fuerza expresiva de la imagen plástica, la autenticidad inagotable del lenguaje en los cuentos, relatos, y en textos líricos de una belleza infinita. 


Echando mano de recursos estéticos y desde la más recóndita intuición, las hacedoras hemos buscado, aun en medio de la frase fracturada por una pérdida, la dimensión portentosa de la vida y de la esperanza, desde el fulgor memorable de la finitud.
                                                      
                                         

 Lesbia Quintero     
                                           Caracas, 02 de octubre de 2021

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ELENA MENDOZA DE CANACHE     Elena Mendoza de Canache, Caracas, Venezuela.  Doctora en Farmacia por la Universidad Central de Venezuela.  Es...